
LA INVOLUCION EDUCATIVA
Para que lo virtual cumpla con un estándar pedagógico mínimo, recuerdan, es necesario crear el "aula" para que, una vez diseñada la clase, pueda plasmarse con una dinámica fluida que logre captar la atención. Para esto es imprescindible contar con los medios técnicos adecuados. En éste momento, por virtual se entiende que profesores envíen guías de lecturas, trabajos prácticos, filmaciones de ellos hablando de teorías o de clases que tomaron con especialistas.
Suplantar las clases presenciales por las virtuales es problemático de por sí, sin entrar en consideraciones sobre las diferencias que hay en lo que se refiere a la disponibilidad de tecnología entre las diferentes facultades para generar el “aula virtual” y, lo más importante, los obstáculos para los jóvenes del interior con acceso a internet deficiente, sobre todos los ingresantes, cuyas expectativas de cursar se vieron frustradas.
De acuerdo al relevamiento de la última Encuesta Permanente de Hogares del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos, casi la mitad de los hogares de Catamarca carece de una computadora y un 19,4% tampoco cuenta con acceso a internet. Catamarca es la provincia del NOA con la mayor cantidad de gente sin acceso a internet, seguida de Santiago del Estero (16,3%), con indicadores por encima del promedio nacional (17,1) y la región (13,6).
La información, oficial, plantea un problema de magnitud en todos los niveles del terreno educativo, donde por razones sanitarias se improvisaron modalidades virtuales para el dictado de clases cuyos resultados, para la cartera de Educación local, han sido tan eficaces que permiten apartarse del criterio nacional y proceder a la evaluación de los estudiantes este año como si hubieran asistido a las aulas.
La discusión pública sobre la evolución del dictado de clases remoto se insinuó por momentos entre los lamentos de los colegios privados por sus cuotas, los rezongos de los padres por tener que pagarlas completas y las protestas de los docentes por las excesivas exigencias de algunos directivos con el trabajo vía informático, pero no llegó a afianzarse al punto de analizar qué resultados está teniendo en los destinatarios del proceso educativo.
No hubo tiempo, en realidad. Ganó la escena con velocidad mucho mayor el debate por la reforma del Estatuto del Docente y la alarma por la posible conculcación de derechos de los trabajadores de la educación, que acá no ha de permitirse que lo importante oculte lo urgente. Si los alumnos están aprendiendo, ya se verá al momento de las evaluaciones que el ministro Francisco Gordillo habilitó. Si no, qué vachaché: le cargamos la falla al coronavirus, que aparte de mortal parece tener múltiples utilidades. La pandemia es funesta, no caben dudas, pero también de lo más funcional.
Un aspecto del problema en la coyuntura es este de las limitaciones en el acceso a internet y a los artefactos tecnológicos que el INDEC, con su habitual impertinencia, viene a difundir para complicarle la existencia a la comunidad educativa.
Y ya es más difícil mezquinarle la nalga a la jeringa. Sobre los resultados que se están obteniendo con la educación remota pueden abrigarse dudas, pero acá hay estudiantes que ni a la educación remota pueden acceder, de modo que se enfrenta una certeza: la modalidad virtual profundiza las brechas sociales. Mientras Juanito puede ver y escuchar a la profesora que le informa sobre los asirios, Pedrito no, y tampoco cuenta con el aparataje y la conexión necesarios para alternar con sus compañeritos y mitigar el descomunal tedio del confinado.
El asunto es motivo de preocupación entre algunos docentes de la UNCA que se interpelan sobre los efectos de
haber improvisado las clases remotas para “cumplir” con las formalidades. Una distorsión de objetivos: el
proceso educativo se desarrolla en teoría para educar, no para “cumplir”.
CARA Y CRUZ / ANCASTI
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